Ser la regla y no la excepción

El liderazgo femenino no es solo un logro individual, sino un compromiso para construir puentes y derribar barreras. La diversidad de perspectivas y enfoques que aportan las mujeres líderes enriquece cada esfera de la sociedad. Sin embargo, todavía es motivo de celebración contar con la primera mujer en algún cargo ejecutivo en empresas altamente masculinizadas, la primera mujer canciller o la primera mujer presidenta de un país.

Los números no mienten. En 2022, solo el 7,4% de las empresas Fortune 500 eran lideradas por mujeres. En política, las mujeres solo representan el 25% de los parlamentarios a nivel mundial. Más aún, sólo 31 países de los 194 Estados miembros de la ONU tienen al frente de la Jefatura del Gobierno o del Estado a una mujer. Solo tres de estos países tienen dos mujeres en estos cargos a la vez.

Y aunque los beneficios de la igualdad de género están claros, no solo a nivel social, sino también político e incluso económico, todavía no tendemos a la equidad naturalmente, ni siquiera en los principales organismos de desarrollo. Por esta razón, la organización que presido, GWL Voices, reúne a un grupo global de casi 70 mujeres líderes que buscan aumentar la igualdad de género en los organismos multilaterales. Todas estas mujeres, en algún momento de nuestra carrera fuimos la excepción, la primera mujer o la única incluso. Hoy, buscamos abrir camino a otras, porque sabemos que sin igualdad de género y una perspectiva feminista no es posible alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Los datos nos dan la razón. En marzo de este año, con GWL Voices lanzamos nuestro primer informe “Women in Multilateralism 2023”, que estudiaba la equidad de género en organizaciones internacionales. Este análisis nunca se había realizado y lo que reveló es preocupante: solo el 12% de los líderes de las 33 organizaciones internacionales más importantes son mujeres. Más aún, sólo cuatro mujeres han presidido la Asamblea General de las Naciones Unidas y nunca se ha escogido una mujer Secretaría General de las Naciones Unidas.

Hay una clara oportunidad de cambiar esto a nivel de las Naciones Unidas, con la elección de la sucesora de António Guterres. Y digo, sucesora, porque me parece que es el momento de eliminar los eufemismos. La próxima Secretaria General deberá surgir de mi región, Latinoamérica y el Caribe, dada las reglas de la alternancia vigentes. Una región que, más allá de sus múltiples desafíos, es una región de paz. ¿Qué mejor que asegurarnos que una mujer esté a la cabeza, con la convicción de la paz en estos momentos aciagos que el mundo enfrenta? Con esta convicción es que trabajamos y convocamos a sumarse.

La falta de mujeres en cargos altos dentro de estas organizaciones es solo la punta del iceberg. Por eso, en enero publicaremos “Women in Multilateralism 2024”, con actualizaciones y aún más datos sobre la composición de estos organismos. Además, porque sabemos que la igualdad todavía no surge de forma natural, estamos trabajando en nuestra campaña por la alternancia de género en la Presidencia de la Asamblea General de la ONU (#GenderAlternationUNPGA). La propuesta es muy simple, así como alternamos regiones que presiden este organismo también se puede incorporar la alternancia entre hombres y mujeres. Esto es lo que garantizará un equilibrio en la representación y fomentará la paridad de género en todos los niveles desde los organismos que trabajan más por alcanzar el desarrollo sostenible.

Este año, conseguimos que los presidentes de tres países nos dieran su apoyo en su discurso de apertura de la Asamblea (UNGA 78) y estamos trabajando para que ese número aumente significativamente de cara a la Asamblea 79 hasta lograr la adopción de la resolución que convalide la alternancia de género en su Presidencia. Este paso representa un simbolismo que será leído positivamente en un momento de claro escepticismo respecto de las instituciones de la gobernanza global.

La lucha por la igualdad lleva años, sin embargo, creemos que alcanzar la paridad en estos organismos ayudará a aumentarla en todos los sectores productivos. Poner mujeres en el liderazgo del desarrollo ayudará a aumentar la inclusión social y a aplicar una perspectiva feminista que acelere el crecimiento sostenible. Y esta es una forma simple de que las mujeres dejemos de ser la excepción y pasemos también a ser la regla junto con los hombres.

Aunque es importante seguir celebrando a las mujeres líderes, por romper barreras y abrir camino a nuevas generaciones, somos conscientes que queda mucho trabajo por hacer. Las mujeres representamos más del 50% de la población global, sin embargo, sólo el 6,6% de los países tienen una mujer jefa de Estado. El último informe de ONU Mujeres nos dice que, al ritmo actual, tomaría 286 años eliminar las diferencias legales entre hombres y mujeres, mientras que se tardaría 140 años en lograr la igualdad en posiciones de liderazgo. Por su parte, el Informe de Género del Foro Económico Mundial (WEF) cifra ese horizonte para dentro de 131 años. Esto quiere decir que, en el mejor de los escenarios, no lograríamos la paridad a nivel global hasta el año 2154.

Esperar hasta más allá de mediados del siglo XXII es inexcusable. Queremos dejar de ser la excepción, queremos ser la regla.