Los nuevos luthiers

Un proyecto de Iberorquestas Juveniles

Los nuevos luthiers

“Para nosotros un violín que tiene las cuerdas destensadas no es solamente un instrumento roto, sino algo mucho más grave: una niña o niño que no toca, que no puede ensayar, que pierde el contacto con el resto de la orquesta y, por lo tanto, con sus amigos. Es una niña o niño que no solo no progresa con el resto del grupo, sino que pierde la rutina de ir a ensayar y tocar y que, en resumen, se desengancha. Una cuerda fragmentada es una niña que perdemos”.

Lo cuenta, con gesto serio, uno de los participantes salvadoreños mientras sus compañeras y compañeros asienten con la convicción de quienes han vivido esa situación.
Delante de ellos, sobre una mesa, hay diversos instrumentos que muestran distintos grados de deterioro. Estamos en el II Taller de Luthería organizado por el Programa Iberorquestas Juveniles y que, en esta ocasión, se desarrolla en San Salvador. Unas semanas antes ha tenido una instancia previa en Montevideo, a la que han acudido participantes de Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. Hoy, alrededor de la mesa, se escuchan acentos mexicanos, guatemaltecos, hondureños, costarricenses, panameños, ecuatorianos y salvadoreños.

Un instrumento es algo delicado

Pero si las entonaciones son distintas los perfiles de los asistentes son, en cambio, similares. Sentados en círculo hay una docena de chicas y chicos jóvenes (en algunos casos casi adolescentes) que se desempeñan en sus distintos países como intérpretes y docentes en sus respectivos sistemas nacionales de orquestas infantiles y juveniles. Muchos vienen de ciudades, pero otros, en cambio, viven y trabajan en zonas rurales apartadas, lugares donde un mástil quebrado equivale a una sentencia de muerte para un violín o un contrabajo y, consecuentemente, a un adiós a la música por parte de una niña, niño o adolescente.

El docente es argentino, se llama Lionnel y es luthier. “Un instrumento es algo delicado”, constata mientras prepara con la precisión de un cirujano una serie de herramientas que a los ojos del profano parecen una mezcla de instrumentos de carpintería, de costura y de dibujo. “y los pibes, hay que reconocerlo, les dan un uso intenso”. Todos sonríen ante la sutil manera de resumir qué puede hacerle a un violín la energía de una niña de siete años: es el motivo por el que se han reunido todos, aprender de qué manera se puede hacer que esa niña pueda volver a tocar lo más pronto posible.

Para ello, Iberorquestas Juveniles ha dedicado uno de sus proyectos comunes (aquellos en los que participan todos lo países miembros) a dotar de herramientas y conocimientos específicos que permitan formar “luthiers de combate”, esto es, personas que tengan la capacidad de llevar a cabo las reparaciones más comunes en instrumentos musicales.

Foto: María Noel de Mello

No solamente eso: el Taller de Luthería impartido está pensado para que sea escalable. Cada participante formará, a su vez, a un pequeño grupo de personas en su país de origen y estos, a su vez, a otro grupo. El objetivo es que, en la medida de lo posible, todos los grupos, ensambles, orquestas y núcleos musicales cuenten con un componente que sea capaz de aplicar criterios básicos de conservación preventiva y, llegado el caso, reparar el instrumento dañado.

se refuerza la certeza de saber que venimos de un ámbito cultural común, diverso y enriquecedor

Pero para llegar a ese punto no solo es necesario el entusiasmo de quien aprende, sino que resulta imprescindible contar con un conjunto de herramientas especializadas.

El proyecto ha previsto esa necesidad y, en las semanas previas, se han ensamblado una serie de kits integrados por piezas provenientes, prácticamente, de todos los lugares del globo: tensores importados de Alemania, diapasones estadounidenses o cuerdas fabricadas en China, cuidadosamente clasificadas, empaquetadas y transportadas -a veces con complejos trámites aduaneros- hasta el lugar de realización del taller.

Dicho kit, que sigue siendo propiedad del Programa Iberorquestas, se cede a cada país participante y este lo pone a disposición de su sistema de orquestas y agrupaciones infantiles y juveniles.

No es lo único que se llevarán los participantes del Taller de Luthería. Tal vez sea igual de importante la oportunidad de compartir experiencias, métodos de enseñanza, problemas y alegrías.

Ese contacto personal genera una red de docentes jóvenes que seguirá en contacto durante los años siguientes. No será extraño que vuelvan a encontrarse, en el marco de otro proyecto de Iberorquestas, en una gira o en un intercambio académico y, con ese intercambio, se ganan amistades, se derriban prejuicios y se refuerza la certeza de saber que venimos, todas y todos, de un ámbito cultural común, diverso y enriquecedor.

María Noel de Mello