El cambio en manos de las personas

La innovación ciudadana permite a la ciudadanía encontrar sus propias soluciones a problemas concretos

El cambio en manos de las personas

E xiste un tipo de innovación en el que la propia ciudadanía plantea cuáles son sus problemas cotidianos, propone posibles soluciones y construye el camino para lograrlas. Un proceso colaborativo, en el que tanto las tecnologías digitales y sociales como los saberes ancestrales se combinan y ocupan un papel fundamental, con el objetivo de lograr una mayor inclusión.

En tiempos de cambio, la innovación ciudadana -como así se denomina- se ha convertido en un faro que alumbra nuevas dinámicas participativas y prácticas de trabajo, como los laboratorios, espacio de encuentro de la ciudadanía, donde ésta trabaja de forma conjunta, comparte conocimientos, aprende, experimenta y afianza vínculos y relaciones horizontales.

Una metodología que complementa y revitaliza a las instituciones más clásicas y contribuye a la consecución de varias de las grandes metas fijadas por la Agenda 2030, como las relacionadas a la igualdad de género, la reducción de desigualdades, el diseño de ciudades sostenibles o la construcción de la paz.

Desde la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y como un mandato de los propios países, Pablo Pascale impulsa y promueve este modelo de colaboración entre ciudadanos e instituciones, como responsable del proyecto Innovación Ciudadana.

– ¿Qué tiene de especial la innovación ciudadana?

– La innovación ciudadana es uno de los fenómenos más interesantes y transformadores de los últimos años. Es un efecto positivo de los cambios que hemos experimentado en nuestras sociedades, en buena medida debido al desarrollo de las tecnologías, a la capacidad de autorganización de las comunidades, y la transferencia inmediata de conocimientos a nivel global. Inaugura una época en la que los ciudadanos, de una forma muy masiva, pasan a ser actores directos de sus propias soluciones, sin esperar a que las instituciones resuelvan sus situaciones.

Esto supone que los ciudadanos dejan de ser receptores pasivos de acciones institucionales, para pasar a convertirse en protagonistas y productores de sus propias alternativas. Dejan de ser ya solamente las instituciones y los “expertos” quienes se dedican a contribuir a mejorar las condiciones de vida de la gente. Ahora tenemos un escenario de complementariedad, donde por un lado la ciudadanía sí llega donde las instituciones no llegan, y por otro tenemos instituciones que ya han visto el potencial de esto y están incorporando los procesos de innovación ciudadana a su interior para ser más resilientes y eficaces.

La ciudadanía ha dejado de ser receptora pasiva para convertirse en protagonista de sus propias alternativas

 

– Una de las principales iniciativas de este tipo de innovación son los laboratorios ciudadanos (Labs), ¿qué son exactamente?

– Son una nueva forma de institución que se adapta a las transformaciones que han experimentado nuestras sociedades, procurando adaptarse a las nuevas subjetividades ciudadanas, a las nuevas formas colectivas y diversas de pensar, sentir y actuar de la ciudadanía. Tienen 4 características que los diferencian de las instituciones tradicionales: la colaboración, compartir conocimientos, experimentación y apertura. Difícilmente se encuentren instituciones con estas características, y menos articuladas las 4 a la vez. Lo habitual es que las instituciones fomenten la competición, y no la colaboración, que no compartan sus conocimientos y patenticen sus productos, que no te den espacio para experimentar, y menos aún que sean abiertas para que cualquiera pueda participar.

– ¿Cómo se organiza un Lab y cómo puede la gente a participar de ellos?

– Estamos ante una proliferación de laboratorios ciudadanos. Los hay de muchos tipos y características, algunos impulsados por gobiernos, otros por la propia ciudadanía o instituciones no gubernamentales, los hay orientados a políticas públicas, otros con más énfasis en desarrollo tecnológico, otros más orientados a producciones culturales o trabajo comunitario y social. Y cada uno tiene sus propios modelos de trabajo, adaptados a sus objetivos y al contexto en el que esté insertado, porque deben ser una expresión, una emanación de un contexto local con sus propias características. No existe un solo modelo, hay muchos.

Los labs ciudadanos no solo permiten la experimentación, sino que también son instituciones experimentales, en el sentido de que están constantemente transformándose, revisándose y en evolución rápida. En dos años un laboratorio ciudadano puede transformarse mucho. Nosotros, desde el Proyecto de Innovación Ciudadana de la SEGIB, entendemos que los laboratorios ciudadanos deben ser de la ciudadanía, para la ciudadanía. No los podemos entender como espacios no abiertos o que fomenten la competición y los premios, sino la colaboración. Por ello, apoyamos y acompañamos la instalación de laboratorios de estas características en varios países de la región iberoamericana.

Los laboratorios no solo permiten experimentar, sino que son también instituciones experimentales

La gente puede llegar a ellos por medio de convocatorias abiertas, por difusión pública de las actividades que realizan, o inclusive espontáneamente a proponer proyectos y conectar con la comunidad que se congrega en torno al laboratorio. Pero no solo la gente debe llegar a ellos, sino que los laboratorios deben llegar a la gente también. Por ello, recientemente varios laboratorios ciudadanos están desarrollando estrategias para salir de su espacio físico, y realizar actividades en los barrios, en las propias comunidades. Esto es fundamental, y se están realizando experiencias interesantísimas en este sentido como el proyecto de MedialabPrado Experimenta distrito, o Circuito LABxS del Instituto do Procomum en los barrios de Santos y alrededores(Brasil).

 

¿Qué es lo mejor de la Innovación Ciudadana?

 

Conoce otros puntos de vista

 

 

Cecilia Güemes, investigadora del CEPC y co-fundadora de GIGAPP
Rodrigo Savazoni, director del Instituto del Procomum
Raúl Oliván, director de Zaragoza Activa