En el hospital con más leprosos del mundo

Llegan en grupos; centenares a lo largo del año. Arrastran inmundicia y muñones ulcerosos bajo pantalones y kurtas, camisas largas típicas del subcontinente indio. Esconden pústulas supurantes entre los pliegues de los sarees, por donde asoma la miseria. Ya no acompañan su paso con repique de tablas, como hacían en la Edad Media, para que los sanos eviten la visión de sus llagas purulentas. Pero su existencia continúa impregnada del mismo halo de desconocimiento que hace siglos. A día de hoy, los males de todos los tiempos —ignorancia y pobreza— siguen combinados para perpetuar la enfermedad más antigua del mundo.

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