24 horas en el corazón de Unicef

La actividad empieza bien temprano; a las ocho de la mañana las puertas ya llevan rato abiertas y el ajetreo va en aumento. Algunos como Christine Nesbitt ya habrán leído sus correos “desde la cama”. La responsable del departamento de fotografía aclara: “Nos mandan imágenes desde cualquier huso horario”. Café en mano, los empleados van llenando las 15 plantas del edificio, los despachos separados con biombos al más puro estilo años ochenta, las salas de reuniones, la cafetería… Los seis ascensores se hacen esperar en la hora punta de la mañana. El tiempo que tardan en llegar desde que se pulsa la planta a la que uno se dirige, bien se puede aprovechar en un lavado de manos con el bactericida en los dispensadores junto a las puertas (y en los baños). La higiene es una de las banderas en las campañas del organismo para evitar enfermedades. Y en su sede no iba a ser menos.

Seguir leyendo.

Continuar lendo