Alberto Pizarro Chañilao: “Preservar las lenguas indígenas es conservar un conocimiento útil para los problemas actuales de la humanidad”

Una lengua contiene memoria, pero también futuro. Los saberes guardados en las lenguas indígenas habladas en América Latina y el Caribe pueden aportar respuestas ante algunos de los retos más acuciantes del presente en el mundo como la seguridad alimentaria y la resiliencia al cambio climático. El Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y del Caribe (FILAC) tiene entre sus misiones preservar y revitalizar las lenguas indígenas como valor no sólo para sus comunidades sino para la humanidad. Somos Iberoamérica conversó con Alberto Pizarro Chañilao, secretario técnico del FILAC, para explorar la relación entre lengua, conocimiento ancestral y soluciones a problemas globales.

 

La mayoría de las personas que pasan hambre en el mundo son campesinos, muchos de ellos indígenas.

Uno de los temas fundamentales que nosotros trabajamos es la soberanía alimentaria, que va más allá de la seguridad alimentaria. La seguridad trata de contar con suficientes alimentos, pero no necesariamente de que sean los adecuados y propios de los pueblos indígenas que viven en los territorios. La soberanía alimentaria va más allá porque considera el uso de semillas apropiadas para esos territorios.

Ahora muchas veces pasamos de casos de desnutrición a casos de malnutrición, donde se han incorporado productos procesados que no obedecen a la cultura y a las costumbres y usos de las comunidades indígenas. Como FILAC, unimos mucho lo que es la lengua, la cultura y el conocimiento ancestral justamente con los sistemas alimentarios de los pueblos indígenas.

La cosmovisión de los pueblos indígenas está relacionada con la soberanía alimentaria, con el desarrollo en el territorio.

¿Con qué tipo de programas buscan ese objetivo?

En el último tiempo, hemos trabajado en un programa relacionado con la prevención y el tratamiento de diabetes en tres países –Nicaragua, Guatemala y Bolivia–, que ha dado cuenta de los serios problemas alimenticios que existen en muchas comunidades como resultado de la introducción de productos procesados, principalmente muchos refrescos, mucho producto envasado, que no son de la mejor calidad. Son productos que están generando efectos nefastos sobre la salud de las personas, como la diabetes y una serie de enfermedades crónicas, cardiovasculares o el mismo cáncer.

 

Esos nuevos productos contrastan con la alimentación tradicional.

En general, los pueblos indígenas tienen una alimentación que es propia del entorno en el que se desarrollan y, por lo tanto, hay comunidades que se han establecido por cientos de miles de años porque cuentan con alimentación como fruta, verdura, que hacen que su dieta sea bastante rica y variada, a diferencia de la alimentación industrializada, que es bastante acotada y con aditivos químicos.

La alimentación indígena tradicional está relacionada con los productos frescos, alimentos que se obtienen en el mismo territorio producto también de una agricultura propia con en el uso de semillas tradicionales. Un uso que no tiene relación solamente con el aspecto cultural, sino que también son especies que están adaptadas a los territorios en los que se cultivan y, por lo tanto, no sufren de muchos casos de enfermedades y plagas, que es lo que obliga a los agricultores industrializados a utilizar productos químicos que son altamente nocivos para la salud.

Iberoamérica y las lenguas indígenas

Con el fin de preservar y promover los más de 500 idiomas nativos que se hablan Iberoamérica, se puso en marcha en febrero de 2022 el Instituto Iberoamericano de Lenguas Indígenas (IIALI). Su creación es el reflejo del compromiso de los 22 Estados Iberoamericanos hacia sus pueblos indígenas y sus lenguas, un asunto que tras años de trabajo se terminó de ratificar e impulsar durante la última Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno de Andorra celebrada en 2021.

El proceso de articulación política y coordinación técnica de la construcción de la iniciativa ha sido liderado por la SEGIB en conjunto con el FILAC.

Para Andrés Allamand, Secretario General de la Segib, que participó virtualmente en el lanzamiento del Instituto, las lenguas indígenas son parte fundamental de nuestras sociedades multiculturales y uno de los mayores bienes de la diversidad humana: “Porque las lenguas son bibliotecas vivas en las que guardamos la historia colectiva, el conocimiento y diversas maneras de mirar el mundo”, apuntó al tiempo que resaltó la conveniencia de que los Estados Iberoamericanos respalden y se comprometan con el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas (2022-2032).

La Iniciativa de crear este Instituto Iberoamericano de las Lenguas Indígenas, alineado con muchos de los objetivos de la Agenda 2030, y primera plataforma regional de cooperación en materia de lenguas autóctonas, pone a Iberoamérica en la vanguardia de la preservación de un patrimonio que le pertenece a toda la humanidad.

 

Ese planteamiento tiene mucho que ver con la agroecología.

La agroecología que se está dando en los últimos tiempos está directamente relacionada con los conocimientos indígenas, por eso desde FILAC enfatizamos mucho que las lenguas indígenas deben ser preservadas y revitalizadas. [Y lo hacemos] porque justamente ahí está contenido gran parte de ese conocimiento que permitiría dar respuesta a buena parte de los problemas que tenemos como humanidad. Incluida por cierto la resiliencia al cambio climático, que es un hecho que estamos viviendo y que vamos a seguir viviendo, lamentablemente. La cosmovisión de los pueblos indígenas está relacionada con la soberanía alimentaria, con el desarrollo en el territorio.

 

Hablamos de un saber útil para toda la sociedad.

Lo que quiero dejar claro es que los conocimientos indígenas existen, los pueblos indígenas tienen mucho que contribuir no solamente a los problemas que atañen a los mismos pueblos, sino a los problemas que tenga la humanidad. Problemas relacionados con la alimentación, como la diabetes, afectan tanto a indígenas como a no indígenas. Considerar estos conocimientos en un diálogo intercientífico permite que no quede solamente como patrimonio de los pueblos, sino que también sea compartido con toda la humanidad para poder enfrentar los desafíos que tenemos tanto en temas como asegurar la alimentación de buena calidad, como en desafíos como los efectos del cambio climático.

 

Esta es una tarea central para FILAC.

Nosotros estamos trabajando muy fuertemente para visibilizarlos y que se genere este diálogo intercultural entre la ciencia occidental y el conocimiento indígena. No enfocarlo desde el punto de vista asistencial, sino de la retroalimentación.

 

¿Cómo puede contribuir ese saber ancestral a la seguridad alimentaria?

El gran desafío a medida que aumenta la población es si tendremos la cantidad de alimentos suficientes y de buena calidad para todos. Ahora mismo se desperdicia un 30% de los alimentos que se producen en el mundo. Tenemos que pasar de una sobreproducción de alimentos que muchas veces se pierden a una producción que utilice los conocimientos ancestrales propios de los territorios y permita tener abastecimiento para toda la población de una forma sustentable y ecológica. Llevar el conocimiento ancestral a la actualidad.

Muchas veces pasamos de casos de desnutrición a casos de malnutrición, por la incorporación de procesados que no obedecen a las costumbres indígenas.

Volvemos a encontrar puntos comunes entre esos saberes y la agricultura ecológica.

Yo soy agrónomo de profesión, y desde los inicios de mi carrera me dediqué a la agroecología y ahí, siendo indígena, yo dije, bueno, la ecología es lo mismo que hacen mis abuelos en el campo. Una lógica de la agricultura moderna es poder comer, no sé, tomates o sandía todo el año, pero eso implica una gran movilización de recursos para transporte y también para producir de manera forzada, con sistemas altamente productivos.

 

¿Cómo se recibe en las comunidades el enfoque de FILAC?

Históricamente, las aproximaciones que se han tenido hacia los pueblos indígenas han tenido que ver con una aproximación paternalista y asistencialista. Yo tengo la solución y yo te la voy a dar. Y por lo tanto se genera un vínculo de dependencia. Ocurre que hay poca valoración desde el conocimiento científico hacia los conocimientos tradicionales indígenas y nosotros como FILAC nos encargamos justamente de visibilizarlo.

El año pasado participamos en la Conferencia de la ONU sobre el agua y preparamos un documento con mujeres jóvenes indígenas donde planteamos algunas alternativas para hacer frente a la crisis del agua. Encontramos que hay muchos conocimientos sobre tecnologías que permiten hacer un uso más eficiente del agua. Los pueblos andinos son muy conocidos por los sistema de irrigación que tienen, si lo analizas ves que poseen mucha tecnología para regar los cultivos en zonas altas e incluso contra la gravedad.

 

Y ese saber está contenido en la lengua.

Hay harto conocimiento que no podemos permitir que se pierda y nosotros, como FILAC, estamos trabajando para cumplir nuestro mandato, efectivamente, de que eso no ocurra. Durante mi trabajo en Chile, el líder de una comunidad mapuche dijo una vez que nosotros los indígenas hemos sido despojados de nuestros territorios, de los recursos naturales, de nuestra lengua. Ojo con eso, el despojo de la lengua guarda en gran medida relación con los procesos que se han ido sufriendo, por lo tanto, aquí se tiene que trabajar en varias dimensiones. Por eso enfatizamos tanto en la realización lingüística, porque ahí está contenido el conocimiento y ahí, como pueblos indígenas, podemos aportar justamente para un desarrollo en equilibrio. Nosotros podemos contribuir con muchos conocimientos y nuestras prácticas para poder tener una vida plena y que la humanidad cada día se desarrolle también una mejor forma.

 

Lo que ocurre en muchas ocasiones es que el producto de mejor calidad no se consume allí donde se produce, sino que se exporta.

Eso se debe a la industrialización de la agricultura y, en este caso en particular, ocurre en muchos países que las comunidades indígenas se dedican a la agricultura y buena parte de los productos de mejor calidad van para la exportación y no necesariamente se consumen allí.

Pero hay un dato: lo que promueve la cosmovisión indígena, lo que promueve también la agroecología, que toma como te decía elementos de la cosmovisión indígena tiene que ver con tener una producción diversificada en los territorios, no solamente dedicarse a un cultivo. En la cosmovisión indígena tradicional, cada familia producía lo suyo en un huerto. Te doy el ejemplo de mi país, Chile, en una huerta mapuche es muy común que se tenga varios tipos de frutas y verduras y de distintas estaciones. Y también tenían sus aves de corral para la producción de proteína. Eso tiene que ver con una forma de ver el mundo que les ha permitido sobrevivir milenios, porque sabían cómo funcionaba su territorio y qué alimentos se podían obtener.

Los pueblos indígenas tienen mucho que contribuir no solamente a los problemas que les atañen a ellos, sino a los problemas de la humanidad.

 Ahora está en Bolivia, ¿qué proyectos tiene FILAC en marcha allí?

Tenemos distintos proyectos emblemáticos para promover el autodesarrollo de los pueblos en función de sus conocimientos ancestrales e impulsar la actividad económica que tiene que ver con ellos y su territorio. Contamos también con proyectos para promover una actividad agrícola diversificada que permita tener una alimentación de mejor calidad.

 

¿Qué diferencias encontraron en el programa de la diabetes en Bolivia, Nicaragua y Guatemala?

En Guatemala fue donde encontramos los mayores niveles de incidencia de diabetes en pueblos indígenas, es un país que está entre los mayores consumidores de gaseosas y alimentos azucarados del mundo. Actualmente, el 45% de los mayores de 45 años tienen diabetes, mientras que en algunos municipios en los que trabajamos en Bolivia vimos niveles de diabetes menores porque han mantenido en gran medida los sistemas productivos tradicionales. Además de que la agricultura como actividad física tiene efectos positivos en la salud.

 

¿Qué ocurre cuando las comunidades ya no pueden trabajar la tierra y deben desplazarse?

La migración forzada que se ha dado por falta de territorio para desarrollarse obedece a distintos motivos, y la situación de cada país es distinta. El pueblo mapuche pasó en Chile de tener 10 millones de hectáreas a 500.000, lo que hizo que muchos, como mi madre, tuvieran que trasladarse a zonas urbanas, donde ya vive más del 80% de la población.

Que las comunidades puedan mantenerse en sus territorios es fundamental, es parte del trabajo que hacemos como FILAC: promover que las personas indígenas sigan en sus territorios generando actividades económicas que le permitan mantenerse y que no sean agresivas con la biodiversidad, que es riquísima en zonas indígenas.